Lucio Doncel
A Pedro María Churruca, “Aritza”, se le conoce por ser el rival de “Arteondo” en la apuesta que marca el inicio del harri-jasotze (levantamiento de piedras) moderno, pero es un personaje fundamental en el desarrollo de este deporte. Puede considerarse que ambos “fueron pioneros en llevarlo a la plaza en forma de apuesta y los primeros escritos que se conservan sobre este deporte hablan de ellos en este sentido”.
“Aritza” nació en 1894 en la localidad guipuzcoana de Mutriku (Motrico), en el caserío del cual tomaría el nombre con el que se le conoció y con el que se presentó en muchas plazas de Euskadi. “Compró ‘Siñua’ cuando los caseríos salieron a la venta”, nos cuentan, “y los de ‘Aritza’ se fueron a ‘Siñua’ y al contrario”.
De constitución física poderosa (“era fuerte en el tronco, pero padecía de las piernas”, afirma Pedro Salegi “Langa”, quien trabajó tres años en “Siñua”), decía que cada persona tiene un peso y que, en relación a él, así deberá ser la piedra que levante. Su peso rondaba los 95 kilos y a lo largo de su carrera levantó piedras desde 8 hasta 16 arrobas. Además se hizo dos cubos de plomo de 14 arrobas (175 kilos) y un tercero de 16 arrobas (200 kilos), si bien este último solo llegaría a usarlo en exhibición, nunca en apuestas. Muchas de sus piedras, y uno de los plomos de 14 arrobas, las conservan su nieta Bittori y su marido en “Siñua”.
Bittori nos dice que cuando su abuelo se preparaba para una apuesta lo único que hacía era ir a entrenar y dormir. Entre sus hermanos le ayudaban a bajar por la escalera, entrenaba y se volvía a la cama. No tenía fuerza.
– ¿Por la dieta?
– “No sé. No comía carne. No había. Casi todo huevos”.
Tomaba dos docenas de huevos diarios, pero en una ocasión fue al médico para consultarle cómo veía que subiese la dosis a tres docenas, si su cuerpo podría aguantarlo.
– “Tú sí”, le respondió el médico, “pero tus vecinos no”. Y es que para satisfacer sus necesidades iba recogiendo huevos por los caseríos de la zona. Prácticamente sólo había huevos para “Aritza”.
Y aunque en base a esto se podría suponer que pensaba exclusivamente en él mismo, la verdad es que se preocupaba mucho por sus vecinos. Para él, la mejor recompensa que obtuvo tras su triunfo en el primer desafío ante “Arteondo”, la recibió de quien sería su socio, el señor Celaya: éste le prometió llevar la corriente eléctrica hasta su caserío, pero “Aritza” se negó y le pidió que la acometida llegara hasta el centro del valle donde se crió; así los demás también podrían aprovecharse.
Nadie recuerda cómo y porqué empezó Pedro Mª Churruca a levantar piedras. Lógicamente no quedan personas vivas de su edad y tampoco hay documentos que nos lo aclaren. “Sí existía la afición y en un momento determinado se estableció ‘el pique’, pues no había más que fijar la dimensión de las piedras, prepararlas y ponerse a ello”.
El momento cumbre de la carrera de “Aritza” como harrijasotzaile lo encontramos en 1925, con su sorprendente triunfo (para los apostantes) ante “Arteondo”. Además del dinero de la apuesta, recibió una copa de plata, un diploma que le acreditaba como campeón de España de levantamiento de piedra y un enorme puro con su caja. Y, por supuesto, el obsequio del señor Celaya.
Bittori cuenta que en sus últimos años ya no se acostaba, que dormía en la cocina, apoyado sobre la mesa. No sabe lo que tenía, pero padecía muchos dolores. Ignora las causas de su muerte, pero dice que tenía “un oficio de burros”. Para Tomás, un vecino que le conoció, “era muy buena gente, le gustaban mucho las mujeres, pero no tenía peligro”. Falleció el 17 de junio de 1964, a los 70 años de edad, justo tres días después de regresar Tomás de la mili. El camino que lleva a “Siñua” es angosto y difícil, de allí sacaron el féretro a hombros sus amigos y vecinos.
Si queréis leer esta y otras historias del mundo de la fuerza, podéis hacerlo en “Harri-Jasotze. Levantamiento de Piedras en Euskadi y Navarra, de reciente publicación. Los interesados en conseguir una copia dedicada de este libro pueden dirigirse a luciodoncel@telefonica.net