Lucio Doncel
Cuatro hombres han levantado una piedra más pesada de 300 kilos a lo largo de los más de 125 años de historia del harri-jasotze, del levantamiento de piedras en Euskadi.
De todos ellos considero que Iñaki Otaegi Otaegi “Gibitegi” (Goiaz, 6 de octubre de 1958), es el que reunía las mejores condiciones físicas para levantar moles de ese tamaño. Sus 1,84 metros de estatura y 128-130 kilos no puede decirse que fuesen lo mejor para ser un levantador al uso, pero sí que le venían muy bien para enfrentarse a las gigantescas piedras que tan en boga estaban en aquellos años en los que estuvo en activo.
“Mi gran problema era la falta de fondo. Por eso no me gustaban las pruebas en las que había que hacer muchas alzadas. Además, por mis características, brazos largos y buena fuerza de agarre en las manos, me iban mejor las piedras grandes”.
Las piedras rectangulares pesadas y las irregulares de gran tamaño fueron su especialidad. Aparte de su levantamiento con la rectangular de 300 kilos, sus mejores registros fueron conseguidos con piedras naturales e irregulares a las que solo unos pocos se atrevían a acercarse. Ahí están sus catorce alzadas a la “Albizuri-Haundi”, superando el récord que entonces tenía Iñaki Perurena, las seis que le dio a la enorme “Bolo Herriko Plaza”, o ser, junto a “Goenatxo II”, el único que levantó la “primera” “Igeldoko-Harria”, de 164 kilos. Sin olvidar sus triunfos con la “Arrautz”, de 154 kilos, la “Bordazar”, la esférica irregular “Errota”, o la “Plaza Berri” de Azkoitia. Esta última sería con la que debutó, lo que podríamos decir que ya marcó lo que sería una excelente relación con este tipo de piedras.
“Empecé a levantar a los 19 años. Me atraía la piedra pero no terminaba de decidirme. Se celebraba una competición en Azkoitia con una piedra irregular, y entre mi hermano y mi primo (que ya estaba haciendo sus primeras alzadas) me inscribieron en ella, sin que yo lo supiera. Cuando me lo dijeron, como me gustaba me animé y traté de hacerlo lo mejor posible. Mi primo entrenaba con Ziorra, así que yo también fui con él a aprender lo que fuese posible. No me dio tiempo a hacer muchos entrenamientos, pero conseguir quedar segundo”.
Se refiere a un concurso para noveles que se disputó el 6 de marzo de 1978, con la mencionada “Plaza Berri”, una irregular de 138 kilos. Las nueve alzadas conseguidas le sirvieron para quedar detrás de “Goenatxo II”, en un duelo que habría repetirse un buen número de veces en años siguientes. Y como se encontraba a gusto con las grandes moles, no se arredró cuando siete meses más tarde se convocó un concurso para enfrentarse a la mítica “Albizuri-Haundi”, con la que se apañó para hacer cuatro alzadas.
El retorno a los entrenamientos tras el servicio militar fue a las órdenes de Eleuterio Tapia, quién unos años más tarde se convertiría en su suegro. Junto a él disputó el desafío contra Goikoetxea, alcanzó el récord de 17 alzadas con la piedra rectangular de 250 kilos e hizo dos alzadas con la de 275 kilos. Pero cuando el asalto a los 300 kilos parecía inminente, una serie de circunstancias (entre las que estuvo el fallecimiento de Tapia) provocaron un parón en su carrera que le costó más de tres años superar.
El 4 de noviembre de 1990 estableció un nuevo récord, catorce alzadas, con la “Albizuri-Haundi”, y el 23 de diciembre fueron cinco las alzadas que le dio a la “Bolo Herriko Plaza”. Parecía a punto para empresas importantes y por eso convocó un intento de superar su plusmarca con la piedra rectangular de 285 kilos. Lo consiguió y, ante la sorpresa de muchos, hizo lo propio con la de 295 kilos. Entonces entrenaba a las órdenes de “Lusarbe” y una de las novedades en su preparación había sido la inclusión del trabajo con pesas, que llevaba a cabo bajo las órdenes de Bautista Kortajarena, uno de los más acreditados técnicos nacionales de halterofilia.
La piedra rectangular de 298 kilos la levantó en Zizurkil a finales de 1991 y el 10 de enero de 1993, en la misma localidad, consiguió llevar a su hombro la de 300 kilos.
“Me encontraba muy fuerte. Hubo quien me dijo que me había visto para haberme hecho con cinco kilos más, pero la marca que quedó fue esa».
Aquello fue la confirmación de que suyo eran las piedras auténticamente grandes. Pero, desgraciadamente, ya sufría ciertos problemas de espalda. Concretamente una profusión en la L4 y en la L5, lo que le impedía levantar con normalidad. Al volverse los dolores prácticamente insoportables consultó con el médico y éste le dejó claro de los riesgos que para su salud entrañaba seguir levantando. En 1994 abandonó los entrenamientos y la competición.